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jueves, 18 de mayo de 2017

Opinión Gastronómica
The Glass (Vitacura, Santiago, Chile):
Por Christián Caglevic 

Una vez al mes con un grupo de amigos nos juntamos a cenar, buscamos lugares exclusivos, bien recomendados, amenos y con buena atención. Teníamos varias alternativas, una de ellas era este restaurant ubicado en el piso 17 del Hotel Cumbres en Vitacura, uno de los barrios más exclusivos de la capital de Chile, Santiago.
A sabiendas de que era posible no encontrar mesa llegando de forma espontánea, solicité una mesa 36 horas antes, aproveché de pedir que nos dieran una mesa ubicada en la “muralla” que es de vidrio y la cual permite una maravillosa vista panorámica a un extenso sector de la zona oriente de Santiago, sin duda, creo yo, este es el origen del nombre anglosajón de este centro de comidas. Pese a la tragedia que significa el tráfico cerca de las 20 horas en algunas zonas de esta congestionada ciudad, nos juntamos todos y contratamos un servicio de transporte que nos dejó 15 minutos antes de la hora de nuestra reserva en el destino.
Entramos fácilmente por la entrada peatonal del Hotel Cumbres (Av. Presidente Kennedy 4422, Vitacura, Santiago, a pocos metros de la esquina con Américo Vespucio). El primer inconveniente un tanto menor, fue el que dentro del hall del hotel no existía una señalética adecuada que nos permitiera sin equivocarnos subir hasta la cumbre del hotel para encontrarse con nuestro bien recomendado restaurant.
Abriéndose las puertas del elevador nos encontramos frente a frente con una maravillosa panorámica y en un lugar que mezcla modernidad y elegancia. Hasta ahí todo bien. “Buenas noches”, me identifico, hablo con la recepcionista del local, le pregunto por mi mesa…. “¿Tiene usted una reserva para 12 personas?”, me pregunta en un suave tono posiblemente colombiano. “No señorita” replico, “somos solamente seis”, le contesto hasta ahí con tranquilidad…….. Me pide un par de minutos, veo conversaciones y caras de angustias entre aparentemente el encargado del local, la recepcionista y el mozo que nos atendería. Me convidan a acomodarnos en otra mesa, que no era la que habíamos reservado, sino una interior que no ofrecía la espectacular vista que buscábamos. Empezaron los problemas, la mesa reservada la habían ocupado con otras personas quienes aparentemente la habían usado pese a la advertencia de los locatarios, así que treinta minutos más tarde fueron desalojados. Treinta minutos más tarde recién logramos sentarnos; veinte minutos más tarde después de esos treinta minutos más tarde viene el mozo a ofrecernos el aperitivo. Las solicitudes variaron entre pisco sour chileno, pisco sour peruano, jugos y vino. 20 minutos más tarde después de esos 50 minutos más tarde desde que habíamos llegado regresa recién el mozo con los sours, los jugos pero sin el vino que había ordenado. Después de dos insistencias y de tener que pararme de la meza para reclamar mi brebaje llega el mozo (estimen 90 minutos más tarde desde que salgo del ascensor para poder tomar mi ansiada copa). Eso sí trajeron unos panecillos bastante ricos que sirvió levemente para paliar el hambre que traíamos acumulado durante el día.
La situación ya estaba un poco tensa, pero vinimos a pasarlo bien, así que pedimos para compartir tres entradas. Nos informan que el restaurant es poseedor de una cocina chilena “moderna”. Bueno, vamos por las entradas: Empanadas de Pato, Entrañas envuelta en palta y Pulpo al Olivo. Nos traen en linda presentaciones estos platos, prometen, prometen…. El pulpo al olivo no solamente no estaba en su mejor cocción, lo peor estaba abajo, en una suerte de base de papas recién salidas del freezer al estilo Frozen o granizado, debieran haber pancartas diciendo “no maten los buenos platos”. Las entrañas envueltas en palta eran comibles pero les prometo que me quedan mejor a mí las entrañas en la parrilla, lo de la palta es solo un agregado. Solo para cumplir con la crónica, y reconociendo que pocas veces he comido pato pero miles de veces empanadas, la sensación de comer este invento fue como comer gyosas resecadas al horno con un relleno de paté.
Los platos de fondo no eran tan maravillosos ni guardaban relación precio calidad. Una ensalada de salmón que era una suerte de una César de salmón con harto verde pero nada especial. Un ceviche que no estaba malo pero nada muy superior a los que uno come en los supermercados de la ciudad. Un salmón con acompañamiento, nada mal pero nada que a uno lo haga volver. Un caldillo de congrio que a lo único que no tenía sabor era a congrio, por lo menos a los tradicionales caldillos de congrio que otrora eran tan habituales en las casas de Chile, realmente si a uno le vendaran los ojos pensar que el plato es lo que dice ser sería algo complejo. Unos fetuchinis o algo similar que si me eran familiares, pero sin diferencia de sabor con los envasados de marca que se hacen en casa. Quizás, al menos para nosotros, el único plato que realmente destacaba por ser bueno era un pastel de choclo con pino de loco, bien logrado y presentado. A la hora de los postres, no comimos mucho. Solo un mousse de chocolate con linda presentación con flores, que pregunté si eran comestibles, el mozo me dice que sí y se equivocó (lo más amargo que pueda existir después de un paté de pomelo y achicoria), por lo demás el mousse más me recordó a una cucharada de Nutella que a la suave textura esperada en el mousse. No quiero entrar en referencia a las personas que servían, pero al menos un par de ellos parecían que estaban haciendo la práctica en el local.
Después de tan buenas críticas quizás The Glass merezca otra oportunidad. Bien vale una visita por la vista y tomarse un trago en la terraza puede ser una interesante experiencia, pero ese día que elegimos el sistema falló. Quizás nuestra experiencia fue casualidad, o quizás fue solamente la desazón de ser testigos de un intento de internacionalizar la cocina nacional a costa de eliminar el sabor casero y transformarlo en una comida chilena más refinada y menos chilena. De todas formas los extranjeros comensales del local, ese día en mayoría, se veían contentos con la comida y con el local. Público y opiniones hay para todo. No hay nada más personal que la propia opinión, así que si usted quiere ir no deje de hacerlo. Pero después recuerde que fue advertido.

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